El concepto.


Definición del concepto


Hemos dicho que un concepto es la representación mental de un objeto sin decir (afirmar o negar) nada de él. Leoncio Ortiz nos da otra definición totalmente compatible con la anterior: “forma de pensamiento  por medio de la cual se aceptan los caracteres generales, esenciales de un objeto de conocimiento”.[1] Conceptos son: “pájaro”, “y”, “cocina sucia”,  “el hombre alto, fornido del parque”.  Aunque algunos conceptos -como el último- encierran varias características  que describen a su objeto, explícitamente no afirman ni niegan nada acerca de él, por eso son conceptos, ya que carecen de un verbo que los vuelva juicios.
 En este sentido, los conceptos son abstractos, es decir, reflejan en la mente un hecho, algo concreto que es separado mentalmente del resto de las cosas por el sujeto. Pero también los conceptos son concretos en tanto a que se refieren a lo que representan. Es decir, los conceptos son tanto abstractos, como concretos: abstractos porque rebasan la mera sensación, concretos porque penetran más en lo real.[2]
Más aún, “abstracción” y “concretud” son inseparables en el proceso del conocimiento: “lo concreto determinado se convierte en lo abstracto y lo abstracto aparece como lo concreto ya conocido”.[3]
Concepto viene de la voz latina conceptum, que significa recoger. Esto es lo que hace la mente con las cosas, las recoge, percibe su esencia. Lo recogido dentro del concepto son las características o notas de determinadas cosas.[4]  Esto se debe a que los conceptos tienen dos funciones en el pensamiento: 1) ser condición necesaria para la comprensión de los juicios; 2) la posibilidad de reflejar una suma de conocimientos.
Los conceptos, a veces,  también han sido llamados: ideas,  términos mentales, nociones, aprehensiones, etc.[5]  No obstante, cabe mencionar que un concepto no puede ser sinónimo de una imagen o de una palabra, aunque se impliquen estrechamente.
Establezcamos la primera diferencia: entre concepto e imagen. 
La imagen del objeto que se reproduce en la mente no constituye el concepto porque  si yo veo por primera vez en mi vida una foto de Marilyn Monroe, sin jamás haberla conocido, aquella representación sensorial que se forma en mi mente, no me va a producir por sí sola el concepto de “la diva de Hollywood”. Sin embargo, tampoco es irracional lo que la imagen me muestra: una mujer bastante atractiva. Incluso, si acabara de nacer y no supiera qué rayos es aquello, estaría intrigado, tratando de conocerlo.  La imagen y el concepto no son lo mismo.  Pues parece que la primera cobra sentido sólo gracias al segundo.  No en balde los niños sienten curiosidad ante el entorno cuando lo perciben, porque se vuelve un mundo de conceptos por crear.
            Ahora bien, la imagen nunca se da separada de la inteligencia y también los conceptos adquieren sentido gracias a la imagen, ya que cuando pensamos en “mujer bella”, generalmente recurrimos a un prototipo, que bien puede ser la propia imagen de Marylin Monroe. Ciertamente que esa imagen ha sido filtrada por una selección cultural, pero, el hecho a destacar aquí, es que las imágenes muchas veces nos ayudan a pensar los conceptos.  La percepción no es irracional, ni la razón es aperceptiva.
La tradición tomista concibe que la imagen y el concepto son el producto de dos facultades distintas: la fantasía o imaginación (que produce imágenes) y la inteligencia (que produce ideas). Según esta misma tradición: la fantasía es una capacidad material y orgánica que opera a través de nuestros sentidos y la inteligencia es inmaterial, opera en nuestra alma. Algunos  han creído que lo transmitido por los sentidos es irracional y sólo los conceptos son racionales.  Sin embargo, Aristóteles, seguido por Santo Tomás, creyó que el alma y el cuerpo tenían una unión tan estrecha que postularon que la razón conocía debido a que ya las imágenes mismas son racionales. ¿Cómo es esto?  Las imágenes son captadas y transformadas en conceptos por la razón. De lo contrario, tendríamos conceptos elaborados por los órganos de los sentidos y otros elaborados por la inteligencia solita...  Mas no es así, nosotros, los seres humanos, no somos dos cosas separadas que conocen cada una por su cuenta, y luego se ponen de acuerdo en generar conocimiento. Somos una unidad (con o sin alma) que conoce a través de la razón, y la razón  funciona percibiendo.
Si no fue muy clara esta reflexión, considera que de fondo está una discusión sobre si el hombre es solamente un ser material o bien un compuesto de alma y cuerpo.  En este debate algunos creen que el cuerpo y el cerebro no conocen, ni piensan, sino quien conoce y piensa es el alma.  Otros creen que el alma es un mero espejismo producido por el cerebro y toda actividad mental es cosa neurológica. Finalmente, podemos llegar a un punto de coincidencia: que el alma o la actividad cerebral se manifiestan en la conciencia, y que, seamos sólo seres materiales o bien una mezcla entre lo material y lo espiritual,  la conciencia no es algo que esté funcionando separado del cerebro y los órganos de los sentidos.[6]  
Ahora bien, pasemos a una segunda distinción, además de la que hay entre concepto e imagen: el concepto tampoco es la palabra. Tan es así, que un mismo concepto puede tener varias palabras.  “Table” y “mesa” son dos palabras distintas que aluden al mismo concepto. Y a lo mejor no sé inglés, pero si sé qué es una mesa. No se diga de los sinónimos: puerco, marrano, cochino, cerdo. Finalmente nombran al mismo tipo de animal. El concepto significa la esencia de la cosa representada, por lo tanto, de alguna manera es conocimiento de algo, en cambio, la palabra es el vehículo de transmisión de los conceptos.
¿Y qué es la esencia? Se dice que esencia es aquello que hace que un ser sea lo que es. No obstante,  si hay tales cosas, tampoco las adquirimos en nuestra mente como una aspiradora captura el polvo. Creamos las esencias a partir de un esquema que construimos, siempre en relación con las cosas representadas.

Ejercicio


I. Describe la relación entre un concepto, imagen y palabra:



II.                Señala cuáles de las siguientes expresiones completas corresponden a conceptos y cuáles no.

Expresión
Indicar si es o no concepto
Coche

Armando

Comió y eructó

La diva del cine nacional María Felix

El perro ladraba intensamente

El perro que ladra

Anfibio veloz

Hay anfibios veloces

Sorpresa

 

 Propiedades de los conceptos


Nunca dudamos en achacarle propiedades a los metales, a las plantas, a las personas, a todo prácticamente. ¿Pero qué  tal  las ideas? ¿También ellas tienen propiedades? Parece que sí.
Es propio de las ideas expresar algo. Si se dice que éstas son universales, lo que se quiere dar a entender es que, efectivamente, lo son, en tanto que  manifiestan un nexo necesario entre los conceptos y los objetos a los que se refieren. En otras palabras: la idea de “chicle” se aplica a todos los chicles.[7]
 Ahora bien, ¿cómo funciona la universalidad de los conceptos? Se dice que los conceptos tienen dos propiedades: la extensión y la comprensión.
La extensión es la propiedad que refleja la cantidad de seres que abarca un concepto; es decir, su amplitud, su grado de aplicabilidad.  Sin embargo, la extensión no es tal cual la cantidad de seres que abarca fuera de mi mente un concepto (extensión empírica), sino la clase o grupo que se establece en mi mente para abarcar a los seres de determinadas características, aún sí esos seres, ya hayan dejado de existir o sólo tengan cabida en la imaginación (extensión lógica).[8]
El concepto “computadora” es aplicable a las computadoras,  pero no lo es  a otros objetos. Ahora bien, si pensamos en el concepto “máquina”, veremos que abarca a las computadoras, como a las secadoras del pelo, los coches y toda máquina que exista. “Máquina” es un concepto más amplio que “computadora”.
            Ningún concepto escapa de poseer esta propiedad (extensión). A pesar de que sea posible sospechar que hay conceptos que carecen de extensión, ésta  persiste. Imaginemos la idea de “círculo cuadrado”.  No hay círculos cuadrados en la realidad. ¿Entonces, qué? Su extensión la expresa el número cero y no olvidemos que dicha cifra también es una cantidad.
La comprensión[9], en cambio, es una propiedad que denota las características que la mente atribuye al objeto que es representado por un concepto. Dicho de otra manera, la comprensión se refiere al contenido del concepto.
Pensando nuevamente en el ejemplo de la computadora, podemos decir que las características (o notas constitutivas) de su concepto consisten en que es una máquina, que es electrónica, que tiene un procesador, que sirve para almacenar y procesar datos. En fin, las cualidades que implica el concepto "computadora" hacen que la diferenciemos de  una lavadora, la cual, aunque igualmente es una máquina, tiene la función de lavar ropa,  en vez de procesar información,  a pesar de que hayan por ahí circulando algunas lavadoras computarizadas.
Igualmente la comprensión es una propiedad indispensable de los conceptos: ya que no puede existir un concepto sin contenido, o sea un concepto en el que no se represente alguna cualidad; ni objetos que cambien tanto, que a cada instante dejen de ser los que eran. En conceptos tan vacíos, como “círculo cuadrado”, es precisamente el absurdo de la asociación entre “circularidad” y “cuadratura”, la propiedad de dicho concepto. También es cierto, que las cualidades de las cosas pueden cambiar, ya que no hay esencias fijas e inmutables en el mundo; pero muchas cualidades son relativamente estables y constantes, de tal manera que es posible definir y comprender a los seres que representan.
Por último, es justo añadir -respecto de la comprensión- que los atributos o notas constitutivas (connotación) de los conceptos que se representan, pueden tener tres caras, según mostró el lógico inglés John Maynard Keynes (1888-1946):  1) intensidad convencional (las propiedades que todo mundo, por consenso cultural, atribuye a los conceptos); 2) intensidad subjetiva (las propiedades que la mente del sujeto añade al objeto, según sus vivencias) y 3) la intensidad objetiva (las propiedades reales de los objetos  a los que se les aplica un concepto y las cuales sólo son conocidas dentro de la relación del conocimiento).  Pensemos en un caso. Una tribu perdida en el Amazonas puede volver un dios a una botella de Coca Cola (intensidad convencional) y su chamán además considerarse su protector (intensidad subjetiva), aunque, en realidad, sea sólo un recipiente con agua y una fórmula con saborizante, colorizante y gas (intensidad objetiva).  Sin embargo, no siempre –quizá nunca- es fácil distinguir con claridad cuándo se pasa de un nivel a otro. 
Lo que para nosotros es un refresco, ya implica también una serie de notas culturales, subjetivas y objetivas ligadas en nuestro concepto. Y la botella en realidad ya es una botella porque nuestra cultura ha determinado que a ese objeto lo consideremos así. Así que la esencia de una cosa no está desligada de la subjetividad, ni de la sociedad.
            En síntesis, podemos decir que las ideas, a partir de esa capacidad que tienen de aplicarse a las cosas (la universalidad), poseen dos propiedades: la extensión, la cual apunta al aspecto cuantitativo del concepto y  la comprensión, que  apunta a lo cualitativo.

Ejercicio


I.                   Escribe una idea de más comprensión que:

Idea
Idea de mayor comprehensión
Animal

Mesa

Arquitecto

Dios




II.   Describe qué notas o significados compondrían la extensión de los siguientes conceptos: "orangután", "lápiz", "Darth Vader".


2.2.1                Ley de la comprensión y de la extensión  (o ley de razón inversa)



Resulta inquietante plantear la relación que guardan recíprocamente la  extensión y la comprensión de los conceptos. Existe una ley lógica que dice que en una idea: a mayor extensión, menor comprensión y a mayor comprensión, menor extensión. ¿Qué quiere decir esto? Que entre más seres abarque un concepto, menos notas características específicas abarcará y mostrará características más generales.
            ¿Recuerdas que hace rato te mencioné un chicle? Bueno, pues entre todos los dulces, los chicles –incluyendo los chiclosos-  se caracterizan por poseer ciertas peculiaridades (notas constitutivas): que son manjares pequeños que exaltan el sentido del gusto, que son masticables, que están hechos de una resina pastosa con sabores diversos: agrios, dulces, agridulces, etc.
Si recurrimos al concepto de golosina, veremos que éste posee mayor extensión que “chicle”, porque abarca más seres (paletas, caramelos, etc). Al tener mayor extensión, debemos prescindir de algunas características, es decir, tiene menor comprensión. No todas las golosinas están diseñadas para mascarse, ni están hechas de resinas pastosas; también las hay de pulpas de frutas, resinas sólidas,  cremas,  sales, etcétera. En consecuencia al enumerar las propiedades de las golosinas, nos limitamos a enunciar generalidades para poder incluir una gran variedad. Por lo tanto, el concepto golosina comprende las siguientes propiedades: que son manjares pequeños, que sirven para exaltar el sentido del gusto. "Golosina" tiene menos propiedades que el concepto “chicle”. A mayor extensión menor comprensión.
Al concepto de mayor extensión se le llama superior o subordinante y al de menor extensión se le llama inferior o subordinado. De acuerdo con el ejemplo anterior “golosina” es  el concepto superior y “chicle” el inferior.  Pero igualmente puede haber conceptos subordinados a uno, pero que paralelamente están relacionados entre sí sin una relación de subordinación. Por ejemplo: “chicle de fresa” y “chicle de platano”. A esos conceptos se les llama coordinados.

Ejercicio


I) Ordena de menor  a mayor extensión las siguientes ideas: plomero, plomero mexicano, plomero de la Colonia Roma, plomero de la Ciudad de México, plomero rubio y fornido de la Colonia Roma que se llama Juan.
A)    ___________
B)    ___________
C)    ___________
D)    ___________
E)     ___________
F)   _________
II) Ordena los siguientes conceptos de menor a mayor comprensión,  poniendo el número 1 al objeto de mayor comprehensión y el número más grande al de menor comprensión. Luego explicar que sucede con la extensión de estos conceptos.

  1. Telenovela americana, telenovela de Televisa, telenovela mexicana, telenovela, telenovela estatal.
  2. Guitarra, instrumento de cuerdas, guitarra eléctrica, instrumento, la guitarra acústica de mi abuelo.
  3. Tortuga, ser vivo, tortuga acuática, reptil, la tortuga de mi hermano,  tortuga de concha blanda.

 El árbol de Porfirio


          Un ejemplo típico de la ley de la extensión y la comprensión se halla en el “árbol de Porfirio”, que es un esquema diseñado por los lógicos medievales (quizá Pedro Hispano) a partir del libro Isagoge (que era una explicación de las categorías de Aristóteles), escrito por un  filósofo neoplatónico, precisamente de nombre  Porfirio (ca. 232-304), quien ordenó varias ideas de mayor a menor extensión:

Mayor extensión, menor comprensión
Sustancia
Material                      Inmaterial
Cuerpo
Animado                     Inanimado
Viviente
Sensible                    Insensible
Animal
Racional                   Irracional
Hombre
Menor extensión, mayor comprensión

Muchos años más tarde, William Hamilton (1788-1856) elaboró una pirámide en la cual retrataba la relación inversa que hay entre la extensión y la comprensión.[10] 

 Tarea:

Investiga en un libro de Lógica cómo se hace la pirámide de Hamilton.

Origen de los conceptos


Si un hombre  puede concebir un concepto, ¿cualquier otro también puede? ¿Pensamos los conceptos de la misma manera? ¿Un lacandón puede formar en su mente el concepto de ciudad, como un niño citadino es capaz de pensar el concepto que éste  (el lacandón) tiene de la naturaleza? ¿Para que ambos lleguen respectivamente a esos conceptos, requieren pasar por un proceso o les está negado entender el mundo como el otro lo entiende?
Si hubiera una incomunicabilidad total, serían imposibles las traducciones o el aprendizaje de lenguas extranjeras. Aunquem parece que hay ciertos elementos o enfoques que se escapan a pesar de la relación que se establece entre distintos códigos de comunicación. Entonces, surge legíticamente la pregunta: ¿cómo surgen los conceptos?
La Lógica responde que a través de un acto mental llamado simple aprehensión. Es decir, la simple aprehensión es una acción de la mente que “capta” la esencia de algo y puede captarlo de varias maneras, pero de acuerdo con la lógica tradicional, principalmente  por medio de una de estas seis: la atención, la abstracción, la reflexión, la comparación, el análisis y la síntesis.[11] Desde una perspectiva neurológica la simple aprehensión implicaría numerosos circuitos neuronales distribuidos en amplias áreas del cerebro.

La atención u observación es el acto por el que la mente se concentra, se fija en un objeto, y junto con Merlau-Ponty, añadimos que “prestar atención no es únicamente clarificar más unos datos preexistentes, es realizar en los mismos una articulación a base de tomarlos por figuras”.[12] 
La atención depende de la alerta. Prestar atención significa elegir lo que experimentaremos. Prestamos atención a cosas que nos importan.Y hay tres tipos: la selectiva, la preparatoria y la sostenida. Según Adam Zeman, la atención es por naturaleza selectiva (como ya sugerí), sin embargo, hay una modalidad que se concentra en una de las muchas sensaciones disponibles para nosotros, sólo percibimos en las que nos concentramos (atención selectiva). Tenemos varias sensaciones en el cuerpo, pero decido poner atención a mis pies.  O bien, a partir de una expectativa concentramos uno de nuestros sentidos, justamente en función de lo que esperamos (atención preparatoria). Espero una visita y centro mi atención en escuchar el timbre. Pero, también puede haber otro tipo: la atención sostenida, que es aquella que se concentra en una actividad, como escribir o leer. 

Otro aspecto interesante de la atención es que hay una “ceguera” respecto a los cambios que suceden fuera de nuestro foco de atención, de acuerdo a los estudios de Kevin O’Regan. Esto nos lleva a un umbral de la conciencia. 
La abstracción[13] es el acto por el cual la mente aísla una parte de su contexto, como si tomara una porción de una unidad y se quedara con ella.La abstracción permite crear  conceptos a partir de las percepciones concretas. Surgió de las limitaciones de la memoria, pero también de la capacidad de clasificación  y comparación. La reflexión es el acto en el que la mente se vuelve  sobre sus pensamientos, como si se plegara sobre sí misma para comprender mejor algo[14]. La comparación es el acto por medio del cual la mente coteja entre dos o más cosas y ve así sus relaciones y diferencias.   El análisis  consiste en desarmar una cosa con la mente en sus partes, mientras que la síntesis consiste  en unir las partes de un todo a través de nuestra inteligencia.
De hecho, me parece que estas actividades se dan en combinación cuando se trata de generar un concepto.  No se puede abstraer algo si no se presta atención, como tampoco se puede lograr un concepto si  la mente no reflexiona en mayor o menor medida sobre lo que se está atendiendo y  abstrayendo. Y no se puede reflexionar sobre ese algo si no se compara analizando y sintetizando.
Más aún, los estudios actuales de cerebro – a través de resonancias magnéticas- muestran que cuando se piensa en una palabra y su significado se activan redes neuronales asociadas con el lenguaje, pero también las zonas motoras  y sensoriales asociadas con dicho concepto. Por ejemplo, si pensamos en canela o jazmín, se activan las zonas de cerebro involucradas con la percepción de olores reales. Cuando se  piensa en un verbo se activan las zonas del cerebro relacionadas con los músculos que implica dicha acción. 

Todo concepto, tras haber sido generado, es abstracto, es decir,  la mente ha “separado un aspecto de la realidad” y lo ha asimilado. Pensemos en el concepto de “amarillo”,  que ha sido tomado del entorno que nos rodea, en otras palabras, ha sido abstraído, no nacemos pensando que existe el amarillo...
No obstante, es justo mencionar que esos procesos psicológicos se dan gracias a la participación de los órganos de los sentidos pues, según cuentan los científicos, éstos son instrumentos que poseemos los seres humanos para interactuar con el mundo, recabar información sobre él y poder sobrevivir, evitando así los peligros. Claro que los sentidos no sólo sirven para mantenernos vivos, que ya es bastante, sino también  son necesarios para expresar nuestro ser. 
Pero volvamos al asunto de cómo se generan los conceptos desde un punto de vista biológico...  Podemos decir que las sensaciones (o transducciones sensoriales) que generan, son representaciones virtuales, pero útiles de la realidad. Por ejemplo, no existen los colores en  sí mismos, sino ellos existen en una relación entre el cerebro y la energía luminosa de cierta frecuencia, de tal manera que el mundo externo es interiorizado en el sistema nervioso.[15]
  A la hora de crear o recibir un concepto, primero que nada, nuestro cuerpo experimenta una sensación (la estimulación de uno o varios sentidos), gracias a un influjo de energía que afecta a una célula receptora,[16] luego la convierte en una señal electroquímica y es enviada al sistema nervioso central (al cerebro), donde estrictamente se da la percepción, para los científicos, pues ésta es un proceso creador de patrones significativos a partir de la información sensorial en su estado original. Sin embargo, la percepción en realidad se da en todo el cuerpo, como bien señaló el fenomenólogo francés Maurice Merleau-Ponty porque la experiencia sensible es un fenómeno vital que implica al cuerpo entero y su conciencia (que es encarnada).
En el proceso de la percepción, participan los mecanismos que ya describimos de la simple aprehensión (la atención, la abstracción, la reflexión, la comparación, el análisis y la síntesis), más otros, tales como la intención, los deseos, necesidades y la cultura del sujeto, que cierto tipo de pensadores podrían abarcar bajo la cómoda etiqueta de  precomprensión: todo aquello previo a la comprensión. Ahora bien, esto supone que el proceso de percepción no deriva inmediata y automáticamente en un concepto, como si echáramos una moneda a una máquina y de repente mecánicamente expulsara un refresco. Antes hay un momento pre-conceptual, en el cual, la vivencia, la experiencia que se tiene de algo exterior a la conciencia, en combinación con las pulsiones y elementos presentes en el inconsciente (o bien dentro de la propia conciencia si no aceptamos al inconciente), obliga a que el hombre elabore un concepto de eso que vivencia o experimenta, asociando lo percibido con  conceptos previamente elaborados.[17]
 El principal de los sentidos es la vista[18], pero el resto también genera conceptos, si no, ¿cómo nos hacemos la idea de dulce si no es experimentando a través del gusto?, ¿cómo nos hacemos la idea suavidad si no es a través del tacto?, ¿cómo, la  de silencio o de mareo si no es por medio del oído?, ¿cómo, la de perfume si no mediante el olfato?
Ahora bien, cabe mencionar que la mayoría de nuestros conceptos –si no es que todos- no están acabados del todo, seguimos construyéndolos, re-elaborándolos.  Así pues, José María de Alejandro –un lógico español-, admite que la comprensión de los conceptos es progresiva y que depende de  cada sujeto y su circunstancia histórica de desarrollo científico y cultural.[19] En conclusión, la simple aprehensión es un acto difuso en el espacio y el tiempo y, los conceptos, se originan paulatinamente en la mayoría de los casos.

Ejercicio


I. Explica dos de los mecanismos básicos de la simple aprehensión:

1)

2)

II. Simula el proceso de la simple aprehensión del concepto de videojuego haciendo uso de los elementos de la observación, abstracción, reflexión, comparación, análisis y síntesis.







[1] Leoncio Ortiz González, Diccionario de Lógica, edit, IPN, México, 1995, entrada: concepto.
[2] Henri Lefebvre, Lógica formal. Lógica dialéctica, 11ª ed., Siglo XXI, México, 1982, p. 128.
[3] Ibid., p. 127.
[4] Pedro Chávez advierte que el concepto no lleva en sí mismo a las notas de las cosas, sino que el contenido mismo debe su razón de ser a esas notas. Esto significa que no es que nos digan un concepto de algo y que porque nos lo digan ya lo entendamos, sino que lo entendemos en la medida en que establecemos un  prototipo (del objeto)  y  sus características. De ésta manera, en su conjunto, le dan contenido al concepto en la mente.
[5] A veces el término concepto era  traducción del término logos (en griego), que derivó en conceptum en latín; mientras que idea viene del término eidos, que en griego significa forma.  A pesar de esta diferencia etimológica, para algunos eran sinónimo. Y los medievales preferían usar concepto, mientras que a partir de Descartes se prefería usar idea. No obstante, es justo señalar que para algunos filósofos idea y concepto no son sinónimos. Por ejemplo para Kant, el concepto es una representación de un objeto que puede ser pura (a través del puro entendimiento sin experiencia) o empírica (a través de la experiencia).  Pues bien, este tipo de conceptos puros, son denominados por él como ideas. Igualmente para Hegel, idea y concepto no son sinónimos. El concepto es una representación, pero la idea es la realidad detrás de esa representación que le da unidad al concepto.
[6] Esta distinción entre la imagen y el concepto, genéticamente responde al momento preconceptual del surgimiento de los conceptos, y que, en cierto sentido tiene que ver con la raíz de lo que sería la pregunta interpretativa, en cuanto el primer momento del conocimiento.
[7] Y si bien es verdad que tal vez pudiéramos confundir alguna otra cosa con un chicle, por ejemplo una barra de plastilina epóxica, eso no significa, que no podamos realizar la distinción posteriormente, y tampoco significa que se pierda la universalidad. La universalidad del concepto, es dentro de un conjunto abstracto, que en la mente supone que todos sus elementos corresponden a ese conjunto, no a partir de una relación epistémica, que pretende relacionar los chicles de la realidad con el concepto de chicle.
[8] A la cantidad de seres que en la realidad existen y que son abarcadas por el concepto, se le llama extensión empírica, la cual se diferencia de la extensión, que abre un grupo en la mente para abarcar ese ser (a eso se le llama extensión lógica).
[9] La comprensión también es conocida como  comprehensión (con “h” intermedia), “intensión “(con “s”) o “contenido”. Ahora bien, John Stuar Mill prefirió referirse a esta propiedad con el mote de “connotación”, mientras que a la extensión la llamó “denotación”.
[10] La imagen ha sido sacada del libro de Gustavo Escobar, Lógica. Nociones y aplicaciones, Mc Graw Hill, 2ª edición, México, 2004, p. 68.
[11] Como indica Pedro Chávez, algunos piensan que además la comprobación o refutación es otro acto presente en la simple aprehensión.
[12] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, trad. del francés de Jem Cabanes, Península, Barcelona, 1975, p. 52.
[13] La abstracción puede ser de dos tipos total o formal.  La primera capta a seres concretos y únicos; en cambio la formal capta generalidades.  Si yo adquiero la idea de “Juanito Pérez”, esa es una abstracción total, pero si yo  adquiero la idea de “naturaleza humana”, entonces la abstracción es formal.
[14] Hay dos tipos de reflexión: la piscológica y la ontológica.  En la primera, el sujeto piensa sobre sí mismo, sobre su subjetividad; en la segunda el sujeto reflexiona sobre la cosa representada en la conciencia.  Me parece que toda reflexión sea del tipo que sea, siempre tiene mayor o menor dosis de ontología y de psicología, ya que si uno reflexiona sobre algún objeto,  no puede dejar de ser afectado en su persona por los efectos de dicha reflexión, y tampoco si uno reflexiona sobre sí mismo, lo hace desvinculado  de la realidad (incluso hasta cuando el hombre se equivoca). Si  un físico reflexiona sobre el mundo, no sólo hace física, también piensa qué actitud tomar frente a ello.
[15] Rodolfo Llinás, El cerebro y el mito del yo, Norma, Bogotá, 2003, p. 126-137.
[16] Ese influjo de energía debe tener cierta magnitud, pues a escalas muy bajas, no logra estimular a la célula receptora. Los psicólogos han medido el umbral absoluto (el límite mínimo) para percibir un estímulo cuando el 50% de las veces se puede detectar la estimulación.  El umbral del gusto es de un gramo de sal  en 500 litros de agua;  el del olfato es de una gota de perfume difundido en un departamento de tres habitaciones, el del tacto, es el del  ala de una abeja que cae en la mejilla de una persona desde una altura de un centímetro, el del oído es el del tic-tac de un reloj a 6 metros de distancia en condiciones de mucho silencio y el de la visión es el de la flama de una vela a 50% de distancia en una noche oscura y despejada ( Charles G. Morris, Introducción a la Psicología, 7ª ed., Prentice Hall, México, s.f., p- 83-84).
[17] Mauricio Beuchot, Hermenéutica, lenguaje e inconsciente, UAP, México, 1989, p. 163 y ss.
[18] Normalmente el ser humano percibe una gama de 150 tonos y si consideramos la variaciones de saturación y brillantez, las experiencias visuales pueden llegar a las 300 mil clases de colores.  La percepción de tal gama de colores, en buena medida depende de la cultura, pero también de que la persona no sea ciega al color, o bien sea monocromática (que sólo distingue sombras y luces) o dicromáticas (que hay una deficiencia al verde-rojo o al amarillo-azul). (Charles G. Morris, Introducción a la Psicología, 7ª ed., Prentice Hall, México, s.f., p. 93).
[19] José María de Alejandro, La Lógica y el Hombre, BAC, Madrid, 1970, p. 78. 

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